segunda-feira, 2 de julho de 2007

Razones y dudas en la decisión de Kirchner de no ir por la reelección

Eduardo van der Kooy
nobo@clarin.com

La incógnita sobre la candidatura de Cristina Fernández ha desaparecido desde ayer. Pero apareció otra incógnita: ¿Por qué razón Néstor Kirchner está dispuesto a dejar el poder cuando, a cuatro meses de las elecciones generales, reuniría todavía condiciones para retenerlo sin grandes contratiempos?

No existe una lógica política ortodoxa en la decisión del Presidente. Por eso su decisión fue puesta en duda, incluso hasta ayer, cuando Clarín dio la primicia, por algunos de los principales políticos de la Argentina, a quienes no les falta conocimiento ni astucia. Roberto Lavagna, Ricardo López Murphy y Gabriela Michetti, entre varios, descreían del posible alejamiento presidencial.

Es difícil entenderlo en un hombre que, como Kirchner, ha dado sobradas muestras de haber pasado por la academia peronista del poder. Cuando se tiene, según aquel dogma, el poder nunca se entrega ni se delega. Ni siquiera en las manos más confiables. Carlos Menem cumplió sin fisuras ese precepto hasta la extenuación política. Sólo la muerte, como le sucedió a Juan Perón, podría forzar una transferencia semejante.

Es cierto que el gesto de supuesto desprendimiento tiene como destinataria a su mujer, Cristina. Pero también lo es que en otras circunstancias de la historia Kirchner pudo haber hecho lo mismo y no lo hizo. Cuando agarró el poder en Santa Cruz no lo soltó hasta que se dibujó en su horizonte el ingreso a la Casa Rosada.

La decisión parece ir también a contramano de otras señales de la realidad. El Presidente está, tal vez, en el momento más delicado de sus cuatro años de gobierno. Se acumulan los problemas de gestión, sobre todo la crisis energética, con una sucesión de derrotas electorales, en especial en Capital y Tierra del Fuego. Pero esos problemas no trasuntan, todavía, un estado irreversible de decadencia política ni un tobogán electoral.

Todos los sondeos de opinión pública -con los que trabaja el Gobierno y con los que no trabaja- siguen mostrando a Kirchner con una valoración de imagen y una intención de voto superior a las de Cristina, lanzada desde ayer a la competencia electoral.

No parece cierto, como aventuró López Murphy, que la Argentina esté inmersa ya mismo en un posible escenario de ballottage. No habría que descartarlo si el Gobierno no atina a reaccionar y si, sobre todo, la oposición logra articular desde ahora hasta octubre un proyecto que atraiga a la sociedad con una unión de liderazgos y propuestas.

Si Kirchner está mejor conceptuado que Cristina, ¿por qué se irá? ¿Por qué añadiría otro elemento de riesgo a la pretendida continuidad del plan oficial? Se puede ensayar una explicación: Kirchner siente, a esta altura, un desgaste político y personal que se haría insoportable en el próximo mandato. Prefiere asumir este riesgo ahora cuando la relación de fuerza entre el Gobierno y la oposición lo favorece con distancias apreciables. Pero no posee garantías de que aquel riesgo no devenga en costos políticos futuros.

Kirchner habla siempre de la necesidad de tres mandatos consecutivos para consolidar su modelo económico y político. ¿De quien será aquel tercer mandato? La lógica ortodoxa indicaría que se va ahora para retornar con bríos renovados en el 2011. Habrá que ver primero como se lleva Cristina, si gana, con el poder y la gestión y habrá que ver si para aquella fecha la oposición no es bastante más que el impulso que le dio la victoria arrolladora de Mauricio Macri y la magia sorpresiva de Fabiana Ríos.

La lógica ortodoxa induciría a pensar que Kirchner y Cristina, de manera sucesiva, buscarían eternizarse. Pero esa lógica pertenece al mundo de las viejas fantasías de la clase política. Hay lógicas en la Argentina que amagan con ser distintas: la lógica decía que Macri no podía ganar nunca la Capital por la resistencia de una franja de porteños, y arrasó; la lógica señalaba también que el ARI no podría contra las maquinarias políticas y financieras del PJ y del MPF en el sur, pero emergió Ríos como brisa aliviadora.

Aquella lógica auguraba hace cuatro años serias dificultades para un mandatario que, como Kirchner, nació con apenas el 22% de los votos. Ese Presidente trepó al 40% en las legislativas del 2005 y con esos modestos materiales terminó amasando un gran poder. Ese gran poder, sin embargo, no le sirvió para construir un sistema político propio ni para dominar las elecciones en un año clave. Néstor Kirchner ha triunfado poco, compartido mucho y perdido bastante en las votaciones realizadas hasta ahora y que culminarán en octubre.

Hay un ecosistema político en la Argentina que, sin dudas, está en un proceso de cambio. Que avanza hacia un puerto impreciso tratando de dejar atrás las ruinas del 2001. En ese contexto debería inscribirse la decisión indescifrable que catapulta ahora a Cristina e inicia también el adiós de Kirchner. Fonte Clarín

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