Guatemala, violenta y empobrecida, va a las urnas en busca de seguridad
Sólo en 2006, hubo 5.885 asesinatos. Cómo erradicar la inseguridad es el gran tema electoral.
Claudio Aliscioni GUATEMALA ENVIADO ESPECIAL CLARÍN
Duerme como los ladrones, con medio cuerpo cubriendo el bolso de sus riquezas: algunos restos de carne, una vela, dos naranjas a medio pelar y pan duro envuelto en periódicos viejos. De pronto, oye nuestras pisadas en la noche y se incorpora, arma en mano. Teme que lo maten, allí, junto a la explanada de la plaza Berlín. El cronista lo tranquiliza, le ofrece un dinero. Con la cautela de los gatos, guarda la 45 bajo su morral. Despotrica contra todos. Quiere más. Al fin, muerde las monedas de un quetzal para ver si son falsas.
A unos metros, la gigantesca hondonada que refugia la cara más oprobiosa de la ciudad. Asentamientos, villas, favelas, distintos nombres para la misma vergüenza. Es éste el hogar común de obreros desahuciados, soplones policiales, cuchilleros a sueldo y narcos sin piedad cuyo poder aumenta cada día. El título de tapa de la revista Este País lo dice todo y sobrecoge: "Tirar a matar". A sus 24 años, fue uno de los responsables del Informe Nacional guatemalteco sobre Desarrollo Humano de la ONU. Era el "talentoso muchacho" que mucho prometía, el ideal juvenil de las revistas de opinión. Pero el 13 de junio un motociclista lo cosió a balazos. Todo indica que cayó víctima de un sicario que equivocó el encargo.
Estas y otras son historias cotidianas en Guatemala, un país que vive con el corazón en la boca. Cada día son quince las madres que pierden a uno de sus hijos. El año pasado hubo 5.885 homicidios.La Comisión Interamericana de Derechos Humanos exigió al gobierno que investigue "más de 50 asesinatos" ocurridos desde enero y ligados a las presidenciales del próximo domingo. Ayer nomás fueron abatidos dos candidatos municipales a unos kilómetros de esta capital.
Mucha muerte, mucha saña, mucha resignación. En el aeropuerto en refacciones, una turista corre alborotada con el alma en un grito. Su hijo la acompaña lamiendo un helado de frutilla. Ha sido asaltada. Dos policías la miran, incrédulos, mano en el cinto y abdomen prominente, mientras una improvisada orquesta de marimbas y un contrabajo da la bienvenida a viajeros acalorados al son de "la cucaracha, la cucaracha ya no quiere caminar". El tiempo fluye, nadie atina a nada.
Cómo erradicar la inseguridad es el gran tema para los comicios del domingo. Hasta hace unas semanas, el socialdemócrata Alvaro Colom lideraba los sondeos con 10 puntos de ventaja. Pero el general retirado Otto Pérez, fundador del derechista Partido Patriota, lo empardó mostrando un puño cerrado como emblema proselitista y la frase "la mano dura" como consigna ideológica.
Ahora ambos opositores empatan con 32% de intención de voto y van así de cabeza a un ballottage en el que el militar lleva las de ganar. Su mensaje autoritario cala hondo en las clases medias, hartas de las mafias y las "maras" o bandas juveniles que siembran el terror. Como en sectores de la Argentina, reclaman seguridad pero rechazan pagar impuestos. Sin embargo, la carga fiscal es aquí casi nula: las exenciones equivalen al 70% de la magra recaudación.
Ciertamente, la violencia se agrava hoy por la cada vez mayor influencia del narcotráfico en el sistema político, dice ante una consulta Estuardo Gálvez Barrios, rector de la universidad de San Carlos. El 80% de la cocaína sudamericana que va a EE.UU. pasa por este país. Pero todo tiene como sustrato histórico los 40 años de la guerra interna que abrazó a Guatemala desde que en 1954 la bananera United Fruit derrocó al civil Jacobo Arbenz cuando intentaba avanzar con una reforma agraria en beneficio de los campesinos indígenas, más del 50% de la población local. El conflicto, concluido en 1996, provocó 200.000 muertos, 40.000 desaparecidos y un ejército de desempleados acostumbrados a la violencia, en un país donde el 80% de su gente es pobre y el 0,5% más rico se queda con el 19% de la renta nacional, según la ONU.
"Los hijos de los muertos quedaron desamparados, sin esperanzas ni contención. Ellos componen las maras y son carne de los narcos", comenta a Clarín Gabriel Zelaya Ortiz, director del Centro de Estudios y Apoyo al Desarrollo Social. Ni siquiera los atrae la figura de la indígena Rigoberta Menchú. La Nobel de la Paz de 1992 es candidata por el Encuentro por Guatemala, pero marcha sexta en las preferencias con un 3,1% en los sondeos, que sigue cayendo. El futuro, en verdad, es muy sombrío.
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