quinta-feira, 31 de janeiro de 2008

La poesía, la copla, la memoria

A 100 años de su nacimiento, las palabras y la música de Atahualpa Yupanqui ocupan un lugar ireemplazable en nuestro acervo cultural

Por Valeria Caselles

Muchos aseguran que el secreto del éxito de Atahualpa Yupanqui fue ser un consustanciado con las penas y alegrías de su pueblo. Es que Yupanqui fue todos esos personajes, cuyo sentimiento y valores describe tan bien. Pero recorrió todos los caminos del país y el mundo depositando su mirada confiada en el hombre trabajador, el jornalero, el arriero, el peón. En ellos encontró la poesía y la canción.



Don Ata o Héctor Roberto Chavero nació en Campo de la Cruz, Pergamino, el 31 de enero de 1908, hijo de una vasca y de un criollo ferroviario. Fue autor de cientos de canciones y de varios libros de poemas y relatos. Su obra alcanza tal dimensión que resultará imposible, en el futuro, hablar de cultura latinoamericana sin recordarlo.

Mucho se ha escrito y hablado sobre este hombre robusto y de cabello engominado. Pero más allá de su obra, Yupanqui dejó innumerables anécdotas en la memoria de sus amigos, conocidos, colegas y seguidores incondicionales. Cada lugar que pisó como niño, viejo sabio, poeta, cantor, coplero, político, amante del fútbol, filósofo popular y tantos otros, tuvo un testigo que siempre lo recordará.

adn CULTURA.com capturó algunas vivencias que han sido contadas por sus amigos, conocidos, biógrafos o estudiosos, en numerosos libros y sitios de Internet. Vaya esto apenas como uno de los tantos homenajes que la figura de don Ata recibirá hoy como regalo de cumpleaños.

En Rosario del Tala, Entre Ríos: Atahualpa Yupanqui habitó en ese pueblo, junto al río Gualeguay, algunos años. De aquel ingreso de Yupanqui por esa ciudad en 1930 sus estudiosos difundieron un fragmento, donde se cuenta que llegó “en caballo, delgado, bastante alto y algo moreno”.

Traía una recomendación de un tal Aniceto Almada para una persona de esta ciudad, un señor que tenía un puesto de carnicería en el viejo Mercado Municipal, lamentablemente ya desaparecido.

Era el forastero un hombre joven de unos 22 años aproximadamente. Su nombre: Héctor Roberto Chavero; caminador incansable que luego de muchos años diría: ‘Rastreando la huella de los cantos perdidos por el viento llegué al país entrerriano’…”.

Los estudiosos rescatan otras expresiones de Yupanqui que pueden leerse en sus obras más conocidas, como El canto del viento: “También en este libro de su autoría sigue diciendo ‘fui a parar a Rosario del Tala, era una ciudad antigua, de anchas veredas, con más tapiales que casas. Anduve por los aledaños hasta el atardecer, sin hablar con nadie, aunque respondiendo al saludo de todos, pues allá existía la costumbre de saludar a todo el mundo como lo hace la gente sin miedo y sin pecado’”.

Chavero visitó a Cipriano Vila en aquel mercado y éste a su vez le presentó otro amigo, don Clímaco Acosta. Pasaron varios años, aquel muchachito veinteañero se convirtió en el alma de una raza, se convirtió en Atahualpa Yupanqui, para orgullo de esta América; paseó lo nuestro por todo el mundo, pues fue ciudadano de él.

En una oportunidad quiso ver a los talenses, en especial a aquellos dos amigos. Al enterarse que ambos habían fallecido, no quiso entrar a Rosario del Tala, pero nació una milonga magnífica como todo lo que nos dejó su gran inspiración, Sin caballo y en Montiel.

Desde Mercedes Sosa hasta Edith Piaf

Yupanqui fue un músico tuvo una faceta llamativa. Podía compartir escenarios con los grandes artistas populares locales pero también con músicos “cultos” de la talla mitológica del guitarrista Andrés Segovia o el violoncellista Pau Casals. Algunos aseguran que ha de haber sido nada fácil conquistarse un lugar en aquel mítico París de posguerra, del existencialismo y el florecimiento de la canción poética, entre vistosas glorias como Marcel Marceau, la genial y torrentosa Amália Rodrigues, el poeta Georges Brassens y la eterna Josephine Baker, que batía récords de público en cada nueva “despedida”.

Quizá no lo habría hecho nunca, incluso, si sorpresivamente no hubiera recibido la ayuda de la cantante Edith Piaf, que exigió al empresario Bruno Coquatrix la presentación de Yupanqui en una de sus galas. Fue el poeta surrealista Paul Eluard quien le presentó a la Piaf en una noche parisina, en la casa del francés. En una entrevista a un canal español, Yupanqui recordó que el escritor francés le había pidido que cantara sólo para Piaf. La cuestión que lo hizo y ella le dijo enseguida: “aún París no te conoce”. Después de allí, el poeta popular no paró de firmar contratos para cantar en Europa. La generosidad de la francesa fue una “deuda nunca saldada” para Yupanqui.

Atahualpa por Jairo

El espectáculo llamado Atahualpa por Jairo, le dedicó el cantautor cordobés en homenaje a don Ata. Más allá de remarcar la importancia e influencia de Yupanqui en la cultura, la poesía y la música argentina, Jairo también se ha referido a cómo lo conoció a su “maestro” Yupanqui: “Es una figura representativa no sólo en Argentina sino también en el exterior, y a eso lo pude constatar personalmente. En Francia, Neruda y Yupanqui eran considerados como personalidades señeras de la cultura latinoamericana”.

Jairo ha remarcado varias veces su primer encuentro con Yupanqui: “Lo conocí una noche a la salida del teatro, después de una función en París. Recuerdo que me dijo: `Te quería conocer no por lo que cantás ni por lo que hacés, sino por el lugar de donde sos’, entonces me empezó a hablar del norte cordobés, de personas que conocíamos… Creo que Yupanqui no ha sido tratado con justicia en Argentina, él merece ser reconocido en el lugar más alto de la cultura. Por eso es que desde hace tiempo veníamos pensando en que era necesario hacer algo importante para recordarlo y cuando trajimos la propuesta recibimos un gran apoyo, algo que quiero destacar porque no siempre hemos encontrado ese eco”.

El verbo político

El significado profundo de parte de la poesía de Yupanqui es analizado por el investigador tucumano Ricardo Kaliman en el libro Alhajita es tu canto, donde también sabe leer su compromiso político, a través de su verbo filoso y tajante.

Por debajo –o por encima, según las circunstancias– de la potencia de la obra yupanquiana, está la potencia del mito que este hombre supo construir. Admirado y resistido, no siempre fue amable con sus interlocutores, y supo dejar algunas anécdotas célebres.

Una de ellas, la que recuerda Daniel Toro: “Maestro, ¿qué le pareció mi versión de ‘Indiecito dormido’?”, cuenta el cantante que le preguntó, nervioso, cuando al fin lo conoció. “Está bien, paisano. Pero tenga cuidado”, le respondió el autor. “¡Si sigue haciéndolo así me lo va a despertar al pobre indio!”.

El derrotero político de Yupanqui lo llevó a pasar fugazmente por el PC, ser encarcelado y censurado por el peronismo, y celebrar más tarde la llegada de la última dictadura militar, tal como testimonian las cartas recogidas en el libro Cartas a Nenette, compiladas por Víctor Pintos, que conviene leer en un contexto más ajustando que el de la mera sucesión de cartas y sin extraer oraciones sueltas.

Todo un desatino para la posteridad: a la hora de las reivindicaciones, la figura de Yupanqui es una suerte de brasa caliente que distintos sectores deben modelar con cuidado, pero que, más allá de los homenajes oficiales y oficiosos, sigue ardiendo con fuego propio.

El club con menos hinchas

El viejo cartel con letras azules orienta la búsqueda. “Yupanqui”, reza un letrero en la calle Guaminí 4512, de Villa Lugano. La cantina sirve de antesala obligada en la sede social del club. Un perro desanimado y unas cuantas sillas vacías prolongan la quietud. Detrás de un mostrador el hombre apura un cigarrillo. “¿Ustedes son los periodistas?”, pregunta y anticipa la respuesta: “Seguro que vienen por eso de que somos el club con menos hinchas, ¿no?” . El fútbol le reserva un lugar particular a Yupanqui, una institución social y deportiva fundada por un puñado de jóvenes el 12 de octubre de 1935. Hace 25 años que actúa en la primera D , con un curioso registro: nunca ascendió ni descendió , no tiene estadio propio, compró un solo jugador en toda su historia y logró resurgir de las cenizas cuando en 1961, un incendio consumió su sede. Pero no los sueños.

Hoy, en época de escasez de dinero, el modesto Yupanqui descubrió su costado comercial con una confesión: “Tal vez seamos el club más pobre, pero estoy seguro de que tenemos la hinchada más chica del fútbol argentino. Cuando jugamos fuera de Lugano van entre… dos y tres personas”, dice el presidente Omar Perrú.

La vida de este club de barrio que apenas supera los 550 socios -la cuota mensual es de 3 pesos; 2 para los menores- tomó trascendencia cuando la empresa multinacional Coca-Cola mediatizó su poca convocatoria en las gradas para ponderar un sentimiento que se aleja de cualquier cálculo cuantitativo: la pasión.

“Yupanqui, el club con menos hinchas, pero no con menos pasión”, dice el slogan publicitario de la firma de gaseosas.

Libros publicados

1942 Piedra sola

1946 Cerro bayo

1947 Aires indios

1960 Guitarra

1965 El canto del viento

1972 El payador perseguido

1984 Confesiones de un payador

1989 La palabra sagrada

1992 La capataza

Canciones emblemáticas

Viene clareando, El arriero, Zamba del grillo, La añera, La pobrecita, Milonga del peón de campo, Camino del indio, Chacarera de las piedras, Recuerdos del Portezuelo, El alazán, Indiecito dormido, El aromo, Le tengo rabia al silencio, Piedra y camino, Luna Tucumana, Los ejes de mi carreta, Sin caballo y en Montiel, Cachilo dormido.

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