sábado, 18 de agosto de 2007

La venganza de Kerouac

En Nueva York. Mientras camina por el Lower East Side, Jack Kerouac le hace un gesto risueño al fotógrafo, nada menos que el poeta Allen Ginsberg, otro de los integrantes de la generación beat Foto: Allen Ginsberg/Corbis


Ícono de la contracultura, rey de los beats, marcó con una novela la sensibilidad de una época. Cuando se cumple medio siglo de la publicación de On the Road, que Francis Ford Coppola planea llevar a la pantalla el año próximo, la figura del escritor es celebrada con muestras y ediciones de homenaje. Detrás del buen salvaje que se lanzó a un viaje sin retorno, había un escritor consciente del poder de su arte

Por Héctor M. Guyot
De la Redacción de LA NACION


Una tarde de julio de 1947, en un cuarto de hotel de mala muerte en Des Moines, Iowa, un Jack Kerouac de 25 años apuntaba en su libreta imágenes de los seis viajes a dedo que el día anterior, en poco más de veinte horas, lo habían traído desde Chicago. Estaba en la mitad de su primer cruce de los Estados Unidos: "En la línea que divide el Este de mi juventud y el Oeste de mi futuro", escribiría después en la novela En el camino , el relato de sus travesías insomnes por el país, un libro en el que plasmó su lírica y desgarrada visión del sueño americano y que convirtió a los beats , hasta allí casi anónimos outsiders , en un fenómeno nacional que sacudió a una sociedad dormida.

Más que un viaje, lo suyo era la búsqueda de una experiencia extrema que lo religara con la vida en estado puro. A la hora de traducir ese impulso en escritura puso en la máquina de escribir un rollo de teletipo para no cortar el flujo cada vez que debía cambiar la hoja y apeló, como un sacerdote que abraza su fe, a la prosa espontánea que le inspiró quien había sido su principal compañero de correrías, Neal Cassady, en sus salvajes cartas remitidas desde Denver o San Francisco. Alimentando su resistencia con café negro y generosas dosis de benzedrina, Kerouac despachó las 175.000 palabras de la novela -podía escribir cien por minuto- en tres afiebradas semanas de abril de 1951.

"Este es un libro acerca de un hombre que lo cambió todo", se ha dicho en The New York Times a próposito de una de las tantas biografías del escritor. El cambio lo precipitó En el camino , que tras seis años de sistemáticos rechazos se publicó el 5 de septiembre de 1957 y se transformó en la biblia de una generación que necesitaba creer en una energía más inspiradora que la de la bomba atómica, bajo cuya amenaza se alzaba el orden marcial de la Guerra Fría. Miles de jóvenes que reclamaban una nueva sensibilidad se rebelaron contra el conformismo de la era Eisenhower y, como su héroe, se lanzaron a la ruta con el pulgar apuntando hacia el horizonte.

Arquetipo de la contracultura, a Kerouac se lo ha tenido como un pionero de las transformaciones sociales que sobrevinieron en las décadas siguientes, desde el hippismo y las protestas estudiantiles de los años 60 hasta el rescate de las filosofías de Oriente. Cuando se cumple medio siglo de la aparición de En el camino , el eco de aquel estallido sigue vivo. El rollo de 36 metros de largo con la primera versión de la novela -en realidad, eran doce, pero el escritor los unió después con cinta adhesiva- se hizo leyenda y en 2001 se subastó en Christie s por 2.43 millones de dólares (rompió el récord de dos millones pagado por una copia de El proceso , de Franz Kafka, fechada en 1920). Hasta hace poco, el manuscrito recorrió Estados Unidos en una muestra itinerante que congregó multitudes a su paso, un anticipo del interés que despertará la adaptación al cine de la novela, que Francis Ford Coppola proyecta filmar el año que viene con el brasileño Walter Salles como director y con música del argentino Gustavo Santaolalla.

Al margen del fenómeno extraliterario, la publicación de En el camino despertó el horror del establishment académico, que solo vio en el libro la descripción de un puñado de freaks fuera de control. Apuntando al método espontáneo de Kerouac, Truman Capote ironizó: "Eso no es escribir, eso es tipear". Sin embargo, la crítica de Gilbert Millstein en The New York Times consideró la novela "una auténtica obra de arte" y señaló que así como Fiesta , de Ernest Hemingway, sería recordada como el testamento de la "generación perdida", En el Camino sería el legado de la "generación beat ". Léa más aqui

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