Un genocida que puede dar misa
EL EX CAPELLAN CHRISTIAN VON WERNICH FUE CONDENADO A RECLUSION PERPETUA
El sacerdote fue considerado partícipe y coautor de secuestros, torturas y asesinatos durante el terrorismo de Estado. El tribunal destacó que fueron hechos cometidos en el marco de un genocidio. Fue la primera condena de este tipo contra un miembro de la Iglesia, que hizo un tibio pronunciamiento y aún no lo sancionó.
para Christian Von Wernich fue recibida
con satisfacción por las Madres de Plaza de Mayo.
Partícipe necesario en la privación ilegal de la libertad agravada de 34 personas y coautor de la aplicación de tormentos agravados de 31. Coautor de la privación de la libertad agravada y del homicidio triplemente calificado de siete personas. Por esos hechos, “delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del genocidio que tuvo lugar en la Argentina entre 1976 y 1983”, fue condenado ayer a reclusión perpetua el ex capellán de la policía bonaerense Christian Federico Von Wernich. Fue la primera sentencia contra un miembro de la Iglesia por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura. Fue recibida con aplausos, llantos, lágrimas y abrazos dentro de la sala de audiencias. El Episcopado se limitó a reiterar un viejo pronunciamiento en el que se señalaba que si miembros de la Iglesia participaron de la represión, lo hicieron bajo su responsabilidad personal.
La jornada empezó temprano, con los alegatos de los defensores del cura, Juan Martín Cerolini y Marcelo Peña, que pidieron la absolución de Von Wernich. Después fue el turno del propio acusado. El ex capellán de Ramón Camps habló de “paz”, “reconciliación” y acusó de mentir a los testigos que describieron cómo entraba y salía de los centros clandestinos de detención de la provincia de Buenos Aires. Sus “últimas palabras” fueron pocas, pero se preocupó de mencionar al arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio.
La audiencia se reanudó después de una pausa de cuatro horas, que incluyó el desalojo del edificio debido a que un llamado al 911 denunció que había un artefacto explosivo en el lugar. Nadie dio mucho crédito al asunto, pero igual trajo sus molestias. Las Madres de Plaza de Mayo tuvieron que bajar la escalera y esperar un rato bajo la lluvia. La movida duró poco más de una hora. En ese lapso, los movileros se preguntaban dónde estarba el cura, que al parecer era el único que había quedado dentro del edificio cuando la brigada antiexplosivos lo revisaba.
Von Wernich volvió a entrar a la sala a las 19.30, detrás de seis miembros del servicio penitenciario. Uno de ellos le sacó las esposas y el hombre se sentó tras el vidrio blindado especialmente preparado para este proceso. Como en todas las (pocas) oportunidades que se hizo presente en el recinto, llevaba un chaleco antibalas y el cuello que lo identifica como sacerdote. Un crucifijo, detrás de los magistrados, presidía la audiencia.
La lectura de la sentencia fue corta ya que los fundamentos del fallo de los jueces Carlos Rozanski, Norberto Lorenzo y Horacio Isaurralde se conocerán el próximo 1° de noviembre. Pero Von Wernich tuvo que escuchar los nombres de todas sus víctimas. Mientras Rozanski leía los hechos por los que estaba siendo condenado, el ex capellán bajo la mirada. Y cuando el juez mencionó la palabra “genocidio” fue interrumpido por los aplausos del público. Habían ido a presenciar el veredicto, entre otros, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, su par de la provincia, Edgardo Binstock, los ex diputados Patricia Walsh y Luis Zamora y la candidata presidencial del MST, Vilma Ripoll.
El cura fue sacado de la sala bajo un escudo de los penitenciarios, aunque no fue necesario protegerlo de ningún objeto lanzado en su contra. El público festejó a los gritos. “Ahora, ahora resulta indispensable aparición con vida y castigo a los culpables”, se escuchaba mientras algunos se paraban en las sillas y levantaban pañuelos blancos con la cara de Jorge Julio López, el testigo que desapareció después de declarar contra el represor Miguel Etchecolatz.
Estela de la Cuadra abrazaba a su madre, Licha. Las dos lloraban. “Estoy tranquila, satisfecha. Que esta rata esté presa no me devuelve a mi familia. Pero se lo debíamos a ellos. Y a mis hijos, a mi nieta que está acá afuera y tiene nueve meses. Ahora vamos a encontrar a Ana”, le dijo a Página/12. Ana Libertad Baratti es su sobrina, la hija de su hermana Elena y de Héctor Baratti. Los tres siguen desaparecidos. Durante el juicio, el testigo Luis Velasco contó que luego de un “sermón” que el cura dio a los secuestrados en la Comisaría Quinta para que se “arrepintieran”, Baratti preguntó qué culpas debía pagar su hija, que acababa de nacer en cautiverio. “Los hijos pagan las culpas de los padres”, le contestó el sacerdote.
Los abogados de las querellas se retiraron satisfechos. “Es un día de Justicia. Era lo que esperábamos. Es el fruto del esfuerzo de las Madres y de las Abuelas”, dijo Alejo Ramos Padilla, representante de Héctor y Javier Timerman. El secuestro del periodista Jacobo Timerman es uno de los hechos por los que fue condenado el cura. Myriam Bregman, abogada de Justicia Ya! también se mostró conforme, a pesar de que en su alegato había solicitado que se condenara al represor por el delito de genocidio y no por delitos cometidos “en el marco de un genocidio”. Bregman destacó que el tribunal calificó al cura como “coautor” de torturas y secuestros y que incluyó en el fallo el asesinato de María del Carmen Morettini, que la fiscalía había desestimado por considerar que no se habían reunidos las pruebas suficientes para acusar al cura por este caso. “Es la condena que habíamos pedido sin perjuicio de la salvedad que hicimos que era muy circunstancial. si Von Wernich está preso es porque la unidad fiscal que represento lo fue a buscar”, dijo por su parte el fiscal Carlos Dulau Dumm.
“Yo sé muy bien lo que hice, por qué lo hice y con quiénes lo hice. Nadie me va a prohibir dar misa ni perderé ninguna de mis atribuciones. Cuando sea el momento la Justicia decidirá, y si la humana se equivoca conmigo, la divina acertará”, dijo en 1984 Von Wernich en una entrevista publicada por Siete Días que el martes recordó este diario. En algo no se equivocó el sacerdote. Aún hoy, preso en el penal de Marcos Paz y condenado por secuestros, torturas y asesinatos, delitos de lesa humanidad cometidos en el marco de un genocidio, nadie le prohibió a Von Wernich dar misa.
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