terça-feira, 23 de outubro de 2007

Los ángeles de Cristina: una cuestión de género

La defienden públicamente y se entusiasman con la posibilidad de que, por primera vez, la Argentina sea gobernada por una mujer con vuelo político propio. Quiénes son y cómo juegan "las cristinas"


Por Laura Di Marco - La Nación


Foto: Arte de tapa: Mariana Trigo Viera
Se las conoce como las "chicas" K, las cristinas o las generalas. Forman la red política femenina que rodea y contiene políticamente a Cristina Kirchner, a quien consideran la primera mujer que podría llegar al sillón de Rivadavia con vuelo propio. Creen que tener una presidenta -así, como le gusta ser llamada a Cristina: "presidenta"- es un símbolo que impactará fuerte sobre el resto del universo femenino. Por eso se enojan cuando la firmeza de la jefa es confundida o, mejor, traducida, en el lenguaje de los prejuicios machistas, como un modelo de dirigencia "fálico".

Es que esta red de mujeres K, que circunda el proyecto presidencial de la primera dama, fue imaginada e impulsada por algunos funcionarios de la Casa Rosada, precisamente con ese fin: ablandar la dureza con que la candidata suele aparecer ante las cámaras, donde siempre tiene el dedo levantado como si estuviera retando a un opositor imaginario. La idea es darle un toque emocional, más humano, a este personaje que ella encarna, de alta ejecutiva del poder, eficiente y eficaz, pero formateada en acero.

No es causal entonces que todas las chicas K hayan resaltado, en diálogo con este diario, lo buena mamá que es Cristina con Florencia, su hija adolescente, lo pendiente que en verdad está de ella y lo emocional que es realmente, en su intimidad. Verdad o no, lo cierto es que quienes la frecuentan aseguran que Cristina no es tan dura en privado como su áspero personaje público, identificado con la Evita combativa del puño crispado.

Las cristinas parecen de veras convencidas de que, con la jefa K en el poder, se viene un cambio real y que será ella quien se saque de encima a los impresentables; es decir, será Cristina quien excluya de su futuro equipo, que podríamos llamar neo K, a los funcionarios más cuestionados de la administración de su marido. "Eso esperamos todas y, bueno, creo que... Cristina lo va a hacer", dice una legisladora muy conocida.

Se enojan cuando la llaman "reina Cristina", como ocurrió la última semana en la gira por Estados Unidos, donde el prestigioso The New York la nombró así. "Esto no tiene remedio; antes nos criticaban porque no nos ocupábamos de las relaciones internacionales, porque estábamos aislados y reclamaban un cambio -tercia Vilma Ibarra, una de las mujeres que rodean a la primera dama-, y, ahora que profundizamos el cambio, nos critican porque no nos ocupamos lo suficiente de las cuestiones domésticas".

Las cristinas se entusiasman, también, con un dato, que fue referido por más de una: el interés de la candidata en preguntarle -y más de una vez, dicen- al presidente ecuatoriano, Rafael Correa, cómo le estaba yendo con su gabinete feminizado. Es que Correa, con quien estuvo recientemente en el viaje a Estados Unidos, implementó, igual que el español Zapatero, el cupo femenino del 50 por ciento para el gabinete nacional.

La defienden, la explican. Se irritan especialmente cuando consideran que muchas veces se le enrostran a Cristina defectos que serían virtudes si el candidato portara testosterona. "Firmeza en las mujeres es antipático, mientras que en los hombres es símbolo de decisión. Y audacia es locura", acerca Gabriela Cerruti, recientemente sumada a las filas K.

Las generalas

Hace un par de meses se relanzó, con un acto en el Museo Evita, el grupo "Las generalas" -tomaron su nombre del restorán "El general", donde se reunían a cenar- , un espacio originalmente integrado por la titular del Pami, Graciela Ocaña, la cordobesa Patricia Vaca Narvaja, la senadora mendocina Marita Perceval (es la más cercana a Cristina y quien oficia de mensajera entre el Senado y sus compañeras) y la especialista en temas de género Juliana Di Tullio. Y a estas pioneras cristinistas se fueron agregando otras mujeres K, en un armado que podríamos llamar femenino transversal. Entre ellas, la senadora Vilma Ibarra, la economista Mercedes Marcó del Pont, la ex periodista Gabriela Cerruti, sumada recientemente al kirchnerismo; la bonaerense María Laura Leguizamón, la más cercana afectivamente (Leguizamón asegura que es amiga personal de Cristina, quien la ayudó durante su embarazo "dándole consejos"); Cristina Alvarez Rodríguez, sobrina nieta de Evita, y Beatriz Nofal, presidenta de la Agencia Nacional de Desarrollo de Inversiones, que viajó con los Kirchner en la comitiva que fue a Estados Unidos.

Claro que, si bien estas son las caras más visibles, no son las únicas. Hay algunas que, aunque a mayor distancia o en cargos menores (legisladoras porteñas, por ejemplo), se van sumando o querrían sumarse. Y también están las que mienten o exageran una supuesta cercanía a la primera dama para usarla como arma de marketing electoral.

Claro que, antes de seguir avanzando, debemos dejar algo en claro: no existe nada parecido a una mesa chica de mujeres con Cristina; tampoco lo que podríamos llamar un "entorno femenino", sencillamente porque esta candidata llega a su campaña presidencial sin entorno, toda una rareza en la política criolla.

O mejor, su entorno es el cerrado, de siempre: el inseparable secretario de Legal y Técnica, Carlos Zanini; Alberto Fernández, y su propio esposo, quien la última semana ensayó en Nueva York el rol de "primer caballero", dejándole toda la escena política a su mujer.

La senadora no tiene una rutina de encuentros con sus seguidoras, no trabaja en equipo con ellas. Más aún, con algunas jamás se reunió personalmente. Ellas, las generalas y las otras, sí se juntan en cenas y reuniones e intercambian papers para un potencial futuro gobierno. Pero, ¿cuál es su rol, entonces? Ocaña lo explica, en nombre de las generalas: "Desde que estoy en la función pública, no he visto a Cristina más que cinco o seis veces. Ella me llama por teléfono cuando necesita consultarme algo por mi especialidad: temas de salud, jubilados o alguna cosa vinculada al Hospital Francés. Nos llama a cada una por temas. Y nosotras queremos tener a una mujer presidenta, como le gusta decir a Cristina. Por eso la estamos apoyando".

En efecto, Cristina las convoca por temas; con todas usa la misma metodología. Las llama por teléfono y cuando ella lo necesita. Las cuatro mosqueteras cristinistas, que habían nacido en 2005 para acompañar su campaña de senadora, volvieron a reunirse para esta campaña, en la misma sintonía. Cenan en Puerto Madero o desayunan en el mítico Tortoni, sobre avenida de Mayo. Y cada reunión tiene un tema.

"Cristina sabe poner distancia, es una mujer difícil. Elige con quién está y es reactiva -acerca un funcionario que habita en la Casa Rosada, que la trata a menudo y apoyó, en su momento, la red de contención femenina-. Es, en los hechos, menos caprichosa que Kirchner, aunque parezca que es más. Y cuando paga un costo, sabe por qué lo pagó. Le cuesta mucho admitir errores en público. Y cuando alguien le señala algo, repele pero guarda. Te das cuenta de que guarda porque pasan los días y admite su error, pero jamás te va a dar la derecha; te dice que rectificó porque lo leyó en algún lado, no porque se lo dijiste vos o se lo sugirió otro u otra".

Uno de las voces jóvenes y respetadas del oficialismo, el politicólogo y subscretario de la Gestión Pública, Juan Manuel Abal Medina, explica las cosas de otro modo: "Cristina debe liderar en un ámbito machista, y esa cultura se expresa en las críticas hacia su vestimenta o las cosas que compra. Esos cuestionamientos tienen que ver con que es mujer y con los miles de años de subordinación que afectan a muchas mujeres que, paradójicamente, también sostienen esa cultura. Me parece que, por eso, el enojo con Cristina se nota más en las mujeres".

Hay algo curioso en esta dinámica entre Cristina y las mujeres. Varias dirigentes K aceptan, en estricto off the record , que la candidata genera rechazo en algunas franjas del electorado femenino -sobre todo en las más cultas y urbanas-, y que tiene más facilidad para captar el voto de los hombres que el de las mujeres. Y que es por esa dificultad que la primera dama empezó a incluir en sus discursos, sobre todo en los que pronuncia frente a auditorios femeninos, en clave de género, una agenda que, se sabe, jamás le interesó. En algunos actos llegó a llamar a sus interlocutoras "hermanas".

Sedal te despeina

Pero esta percepción no parece corroborarse en las mediciones. No surge, al menos, de la última encuesta realizada por la consultora Poliarquía. En todo el país, casi no se ven preferencias de género sino más bien un voto uniforme, marcado por la variable económica antes que por cualquier otra. Tanto Néstor como Cristina -surge de la medición en campo- parecen tener lazos más pragmáticos que emocionales con sus electores.

Hace quince días, el Gobierno nacional contrató los servicios de una nueva agencia publicitaria, "El Hotel", liderada por Leandro Raposo, uno de los nuevos y ascendentes gurúes publicitarios de la Argentina, ex directivo de J Walter Thompson, que, entre otras cosas, tuvo a su cargo la exitosa campaña de Sedal, aquél de "la vida te despeina". Aludía, claro, a que la intensidad de la vida siempre desacomoda, desencaja y nos deja un poco desprolijos. Sugería también que lo vital está en la vereda opuesta de lo impostado. En una palabra, parece que estos creativos creen que a Cristina le vendría muy bien lucir un poco "despeinada".

"Le falta vulnerabilidad". Ese fue el mensaje -palabras más o menos- que recibió la candidata, poco antes de partir hacia Estados Unidos, en la reunión con los creativos que trabajan con Raposo. Tal era el resultado que surgía de los focus group encargados por la Casa Rosada para evaluar a la candidata. El dato sólo circuló por las oficinas de unos diez hombres en el Gobierno.

Una sugerencia similar, de ablandar o feminizar su imagen, había recibido la alemana Ángela Merkel en su campaña presidencial, recuerdan algunas fuentes en la Casa Rosada. "Es que, hay que entender algo: en televisión no importan las ideas. Importa que vos toques una cuerda sensible en quien te ve, como cuando estás hablando con alguien y te da ganas de seguir conectado, y no sabés por qué. El otro te genera interés, y no tiene que ver sólo con lo que dice. Sin embargo, los políticos argentinos, y Cristina no es la excepción, se apoyan demasiado en la palabra", asegura a este diario uno de los gurúes de la comunicación política, que a veces también impulsa focus para evaluar a Cristina candidata.

En la línea de apelar a la cuerda emotiva, entonces, la campaña del Gobierno incluirá videos de "contenido emocional", que subirán al portal Youtube, que muestren el impacto de las políticas K en la vida cotidiana de la gente. Al parecer, la idea es vender a Cristina como un producto, desde la góndola, y, si hubiera que resumirlo en una frase, podríamos decir que, en el ideal de los gurúes de la comunicación, el personaje de reina Cristina debería tomar, al menos algo, de la reina de los corazones, en alusión a la calidad del vínculo emocional generado por Lady Di con el pueblo británico, que a diez años de su muerte todavía sigue vivo.

También hay una grieta abierta y un debate en el equipo de campaña -y entre las cristinas- sobre la conveniencia de dar o no dar entrevistas. El último viernes, Alberto Fernández, uno de los más férreos defensores de la política de labios cerrados con los medios argentinos -él dice que es para "no correr riesgos" y que, total, "así nos va bien, para qué cambiar"- expresó esas diferencias cuando abrió la posibilidad de que la candidata fuera entrevistada por la prensa argentina. En la Casa Rosada dicen que serán ellos quienes elijan a los periodistas. "Dos o tres entrevistas, con medios prestigiosos, aunque no necesariamente oficialistas".

-Pero si me muestro más vulnerable, corro el riesgo de que me pase lo de Bachelet. Por nuestra cultura machista, las mujeres políticas siempre corremos el riesgo de parecer débiles, de transmitir una sensación de poca autoridad- dijo la primera dama en la reunión con sus nuevos publicistas, en referencia al otro lado de la cordillera, donde, efectivamente, muchos chilenos ven en Bachelet un liderazgo débil, que lima su autoridad.

Cristina, dicen, conoce el peligro de sobreactuar la autoridad, pero le parece mucho peor el fantasma de la pérdida de poder de su colega chilena. -Pero... si se va para el otro lado, y aparece muy dura, corre el riesgo de parecerse a Margaret Thatcher- contestó, más allá de toda sutileza, uno de sus interlocutores, que obviamente no era político.

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