Las 12: Dorothy Parker
Magnífico texto de Liliana Viola sobre a escritora Dorothy Parker publicado no jornal argentino página 12.
Vale a pena ler na integra
¡Esta disculpada!
Obvio y más que obvio que Dorothy Parker no esperó respuesta alguna a su epitafio –nada hace suponer que confiara en un más allá–, y aun así es posible perdonarla, no por el polvo sino por la desnudez a la que expuso cierta mentalidad femenina, por haber metido el dedo –o la estola– en la llaga de la más nimia cotidianidad y hasta por habernos heredado ese glamour por el mareo alcohólico hoy tan démodé. A cambio, que ella nos disculpe, en el aniversario de su muerte –¿casualmente en nuestro día del periodista?–, por esas hijas apócrifas que adoran los finales felices.
Estúpidas mujeres del mundo, ¿siguen allí? ¡Despierten!
Basta con empezar a leer el ejemplar Narrativa completa de Dorothy Parker para oír el grito. Luego, constatar que las mujeres de las que ella habla, efectivamente siguen allí. (...)
Dorothy Parker no tuvo hijas
Dos matrimonios, algunos amantes, un aborto, dos intentos de suicidio, confianza ciega en el whisky. Adoraba las flores –jamás faltan en los jarrones de sus cuentos–, los perros y los llantos mirándose frente al espejo. Sentimental y corrosiva, convirtió en chiste su impotencia. Pero no, Dorothy Parker no tuvo hijas.
Aunque muchos hayan querido ver en El diario de Bridget Jones y en las cuatro amigas de Sex and the city a sus legítimas descendientes, poco tiene que ver su literatura con el género denominado chic lit (novelas escritas por y para mujeres donde se narran historias de mujeres que rondan los 30, solteras, con una buena posición social y económica, que trabajan en contextos glamorosos, se sienten libres y mueren en busca del príncipe azul).
Estas mujeres estúpidas, comparadas con las estúpidas de Parker, tienen la desventaja de llegar mucho más tarde, enorgullecerse de lo que a ella la avergonzaba y además se llevan su merecido: un final feliz. Las de Parker fracasan siempre: muchachas infantiles, tontillas, frívolas egoístas, son apenas la antesala de esposas frustradas, gruñonas e insoportables. No tienen final feliz porque no son capaces de escapar de sus rituales de infelicidad en los que han sido y siguen siendo educadas. Una señora de su casa que se pasa tres páginas pensando dónde poner un jarrón o un cuadrito para armar un living con estilo. Unas amigas que se reúnen para criticar la frivolidad de otras amigas mientras se preguntan qué secretos tendrá la dieta que sigue la más frívola del grupo.
Las mujeres de Dorothy van directo al dolor en un camino que ellas mismas adornan con flores y cimientan con piedras. No saben si tirarse otro Martini encima, toda la plata en ropa y maquillaje, a un joven buen mozo, o por el balcón. Pero más tarde o más temprano caen en alguna de las trampas de la tontería. Parker no las salva ni las condena, simplemente las deja ir, pensar, lloriquear mientras va cerrando toda puerta por donde pueda salírsenos la piedad.
¡Mujeres estúpidas! Todavía allí. Despierten ya, dice Dorothy desde la tumba: “Cuatro cosas hay que hubiera pasado mejor sin ellas: amor, curiosidad, pecas y dudas”. Leia este texto na integra aqui
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