100 años de la musa de Picasso
Se cumple un siglo desde el nacimiento de Dora Maar, la fotógrafa que encandiló al genial artista y que fue fuente de su inspiración y adoración
Pablo Picasso la amaba, la pintaba y la destruía espiritualmente. Y, sin embargo, para la artista Dora Maar sólo Dios era más importante que el maestro español. La fotógrafa fue una de las muchas amantes del egocéntrico genio. La apasionada relación duró más de ocho años. Cuando se rompió, la bella morena, cuya carrera como fotógrafa quedó suspendida a partir del encuentro con Picasso, cayó en profundas depresiones.Dora Maar murió sola en 1997 en Ménerbes, en la Provenza, en la casa que Picasso le regaló en su momento y en la que en los últimos años vivía recluida casi como en un monasterio. La artista, de cuyo nacimiento se cumplen cien años este jueves 22 de noviembre, pasó a la historia del arte como la mujer y la musa más conocida de Picasso.
La hija de un arquitecto nacida en 1907 en la ciudad de Tours, en el oeste de Francia, fue la única entre las amantes de Picasso que tuvo gran influencia en su actividad creativa.
Dora Maar, que en realidad se llamaba Henriette Theodora Markovitch, era conocida en París por sus retratos fotográficos y conoció a Picasso, 25 años mayor que ella, en 1935 en el famoso café de artistas y literatos parisino "Les Deux Magots". Fue una época en la que el español dejó de pintar y se dedicó exclusivamente a sus poesías.
Maar, sin embargo, no sólo lo inspiró para algunos de sus mejores retratos femeninos. La convencida comunista también lo inspiró para sus cuadros "políticos".
Era la única que podía estar cerca de él cuando trabajaba en el famoso "Guernica". Picasso incluso le encargó una documentación fotográfica del proceso de creación de la monumental obra, que refleja las atrocidades de la guerra civil española. Con esas imágenes, ella debía mostrar cómo "la pesadilla se manifiesta en la realidad del proceso creativo". Sus magistrales fotografías son también de gran importancia porque permiten una mirada a la forma de trabajar de Picasso.
"No podía pintar ningún cuadro de ella en el que riera", dijo y añadió que no era por sadismo o placer que la dibujaba en formas tan distorsionadas, sino que eso era consecuencia de una visión que ella le imponía. Ese aura de sufrimiento fue eternizado por Picasso en una serie de retratos, entre ellos, la obra maestra "La mujer que llora".
Esos retratos femeninos contrastaban fuertemente con los retratos de la rubia Marie-Thérèse Walter, a la que casi siempre pintaba en colores claros y brillantes. Con su anterior amante, con la que Picasso tuvo a su hija Maya, Dora Maar tuvo que luchar constantemente por el favor del artista. "No tenía interés en tomar una decisión. Les dije que lo arreglaran entre ellas", dijo el pintor sobre la rivalidad entre ambas mujeres.
La relación entre Dora Maar y Picasso fue de un amor entre dos personalidades excéntricas y fuertes, que conocían todas las cumbres y abismos de una pasión vertiginosa. El amor se rompió en 1944 cuando Picasso conoció a Francoise Gilot, de 21 años. Tras la separación, Dora Maar, que por amor a Picasso cambió la fotografía por la pintura, presentó algunas de sus obras en exposiciones. Eran cuadros que parecían sin fuerza, como si toda la energía y la vitalidad hubieran abandonado a su creadora.
ADNcultura
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